Ahora la
lluvia se clava en mi alma desangrando mi ser y mis manos no protegen mi
desnudez ante su presencia acusadora, es
imparable, un golpe dado en las heridas abiertas, filosos dedos que
hurgan en el rincón de mis recuerdos y rasgan y queman sin que pueda detenerla.
La lluvia
suena y ya no puedo oír más nada que los ecos del dolor retumbando en mis
adentros.
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